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Esta experiencia de práctica ha sido, sin duda, una etapa fundamental en mi formación como docente. A lo largo de estos días, tuve la oportunidad de observar, participar y acompañar de manera activa el proceso de enseñanza-aprendizaje en un aula de segundo grado, lo que me permitió conectar la teoría con la realidad del aula.
Uno de los mayores aprendizajes ha sido comprender la importancia de la empatía, la paciencia y la flexibilidad en el trabajo con niños. Cada estudiante tiene su propio ritmo, intereses y formas de aprender, y como futura maestra, debo estar preparada para adaptarme y responder a esas necesidades con estrategias creativas y significativas.
Los desafíos no faltaron, especialmente al momento de mantener la atención del grupo o gestionar pequeñas situaciones dentro del aula. Sin embargo, cada reto fue una oportunidad para aprender, observar a la docente titular y desarrollar habilidades que solo se fortalecen con la práctica.
Me llevo también grandes logros personales: haber guiado actividades, resolver dudas de los estudiantes, ver su entusiasmo por aprender y sentirme parte de su proceso. Estas vivencias me han reafirmado mi vocación y el deseo de seguir formándome para ser una docente comprometida, cercana y consciente de su rol en la vida de sus alumnos.
Finalizo esta etapa con gratitud, motivación y muchas ganas de continuar creciendo en el camino de la educación.
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